Algunas partes del Gran Museo de Egipto ya son visitables
Y aunque se trate de una parte mínima, lo que ya se puede ver deja en mantillas a muchos
museos del mundo. Tras atravesar un gran patio abierto con jardines de palmeras a los lados, ante el edificio, cuya fachada mide casi un kilómetro de largo, se alza un obelisco traído desde Tanis, en el Delta del Nilo, que se ha suspendido sobre una plataforma de 4 patas para que los visitantes puedan admirar en su base el nombre de Ramses II, el más todopoderoso entre los faraones.
Obelisco en su lugar original (Tanis)
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Y ya una vez dentro del llamado Grand Hall, en el inmenso atrio acristalado del
museo se va la mirada hacia los 12 metros de estatua de granito rojo de, de nuevo, Ramses II, cuyo rostro se iluminará con el sol cada 22 de febrero y 22 de octubre gracias a que los arquitectos del GEM, igual que hicieran 1.200 a.C los constructores del
templo de Abu Simbel, han orientado la figura del faraón de forma que los rayos la iluminen durante los equinoccios de primavera e invierno a través de unas hendiduras en la fachada.
Quienes hayan estado hace tiempo en El Cairo, recordarán esta estatua descomunal porque durante décadas se alzó frente a la estación de tren, en la plaza de Ramses, pero en 2018, este coloso de 80 toneladas en canal fue trasladado al nuevo GEM. Por los flancos de este hall de entrada han abierto varios cafés, pero lo mejor es que, desde el pasado diciembre, también permiten acceder a la Gran Escalinata que, entre casi un centenar de esculturas de reyes y reinas de las distintas dinastías, deidades faraónicas y sarcófagos, se asciende hasta un frente de cristal a través del cual despuntan sobre el desierto, a un par de kilómetros, las
pirámides de Keops, Kefren y Micerinos, simbolizando la transición de la vida terrenal a la eternidad. Y eso es, cuanto mostrará el GEM hasta nueva orden.
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