Los “ladrones de tumbas” en Egipto son una institución tan vieja como las mismas
pirámides. Conscientes de ello, los arquitectos egipcios diseñaron pasadizos difíciles de transitar, con algunos pozos profundos que servían a modo de trampas, y con estancias y otros pasadizos disimulados. Posiblemente, algunos de estos pasadizos quedaron sellados con bloques de granito que se desprendían una vez que la ceremonia de enterramiento había concluido. Pero evidentemente todo ese esfuerzo fue en vano, pues en las
pirámides no quedó nada de la riqueza que se le supone al faraón que en cada una de ellas fue enterrado.
En otro momento de la historia egipcia, decidieron trasladar los enterramientos de los reyes a un lugar que en los tiempos antiguos debía de quedar bastante alejado de la población, pensaban que así disuadirían a los posibles ladrones de tesoros, estoy hablando del Valle de los Reyes. Pero evidentemente tampoco esto evitó el saqueo de los tesoros faraónicos, con la única excepción de la tumba del faraón Tutankamón. Y aquí surge una interesante cuestión: según opinan algunos expertos, fueron los mismos faraones de algunas dinastías quienes se apropiaron de los ajuares de sus antecesores en el trono para reutilizar esos tesoros en su propio funeral.
El caso de Tutankamón puede ser un ejemplo de ello. No que el propio rey Tut saqueara alguna tumba de un faraón anterior, pero sí que lo pudieron hacer algunos personajes de su entorno. ¿Cómo pudiera un rey tan joven haber reunido en tampoco tiempo (falleció a los 18 años de edad) un ajuar tan rico? Teóricamente era de esperar que el joven Tut viviera unos cuantos años más, por lo que la muerte del soberano debió de coger desprevenidos a todo el mundo y sin los preparativos necesarios. Hay quien dice que en la célebre máscara de oro se observan retoques internos que permiten pensar que la máscara tenía otro destino, no para el joven rey Tut, y que esa máscara fue readaptada para el joven faraón. Bueno, sea como sea, el caso es que el tesoro y la momia del joven soberano se han conservado en su integridad para nuestro deleite.
Finalmente, y como método disuasorio, decidieron incluir en los ataúdes y en los murales de las tumbas sentencias y maldiciones, pero se ve que los ladrones de tumbas también eran inmunes a ello, y siguieron robando las tumbas a pesar de los castigos físicos que se propinaban a los amigos de lo ajeno que eran cogidos con las manos en la masa.
Así que ante esta práctica tan antigua en los mismos egipcios, no me extraña que en la actualidad muchos egipcios tengan tan poco miramiento por su rica herencia, y sustraigan lo que está en los
museos o en las nuevas tumbas que ellos mismos descubren de vez en cuando por casualidad. ¿Por qué será que esos modernos ladrones de tumbas llegan antes que los arqueólogos?