_______El JINETE______
El jinete es el mismísimo "Horus" egipcio, protagonizando su mítica victoria final sobre Seth.
Seth, el asesino de Osiris, asociado milenariamente con las fuerzas del 'mal', del 'caos', del crimen y la usurpación; Seth, símbolo de lo más nefasto, perjudicial e indebido -contrario al Ma'at-.
Seth en ocasiones representado como cocodrilo, hipopótamo y en su forma antropomorfa de chacal humano.
El relieve, datado por los expertos como tallado en el siglo IV', refleja cierto sincretismo religioso, existente entre las gentes de Roma por Egipto.
El jinete aparece ataviado como un 'equites', un miembro de élite instruida en disciplina militar y de gobierno.
Una casta integrada por personas de valía, elegidas de entre la plebe; no surgieron de las interesadas familias aristocráticas ni nobiliarias, son propuestas por el 'pueblo'.
De la orden ecuestre 'equites' -montados a caballo = equino, en latín- serían elegidos los iniciales 'Prefectos' de Egipto, como Cayo Cornelio Galo, Elio Galo, Publio Petronio, Cayo Valerio.
El jinete viste la coraza de combate y la cubre con la clásica túnica cruzada. Su cabeza, descubierta, facilita reconocer a "Horus": su pico curvo, su mítico y poderoso ojo y un gran penacho de plumas como cabellera.
Sujeta las riendas, blande la lanza y no calza sandalias, porta los pies desnudos.
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La montura soporta la acción de todos los integrantes de la escena recreada. El corcel, fuerte de formas y bellas crines, dirige su mirada desorbitada y absorta hasta la alimaña.
Sus patas delanteras sujetan la cabeza del cocodrilo, las traseras aprisionan sus restantes movimientos.
_______La PRESA______
La presa soporta la acción combinada de jinete y montura. La bestia maléfica está acorralada: un pilar/columna le impide continuar huyendo y termina presa.
La punta de lanza del "Horus equites" amenaza su nuca, le impide usar sus fauces.
La 'encarnación' del mal, del caos -personificado en este relieve y en esta ocasión en cocodrilo- está totalmente inmovilizado.
Y seguidamente: sea ajusticiado y muerto.
Pero, y al igual que ya sucediera milenariamente en Egipto, su semilla nunca se extingue, nunca se lograría erradicarla.
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La escena de la captura/derrota del 'mal' será ampliamente vinculada y asimilada en el posterior rito cristiano y en otras mitológicas culturas.
Culturas, curiosamente o no, también sujetas y/o influenciadas -en mayor o menor grado- por la civilización romana.
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Y en cuanto a la ejecución y tallado, el resultado no pudo ser más brillante.
La inclusión de precisos y numerosos detalles en cada una de sus figuras -sobretodo en el jinete y su indumentaria- proporciona al relieve,
totalmente vaciado una magnífica expresión, heredera del refinado arte egipcio, sintetizado por las hábiles manos de los sabios escultores greco-romanos, tal vez también nacidos en Egipto, en el siglo IV'