Los europeos de la época llegaban a Abu Simbel como el punto más meridional que se alcanzaba en los viajes por el Nilo.
Roberts se dedica a sus dibujos con lápices y acuarelas, el resto de la expedición decide explorar Wadi Halfa, donde se hallaba la segunda catarata. El relato de la descripción del lugar no causa en Roberts ningún deseo de visitarlo. En cambio decide continuar y terminar los últimos dibujos de su tema favorito….El Gran Templo de Ramsés. Mucho menos interés demuestra por el templo de Hathor y Nefertari, que en ese momento se hallaba habitado por murciélagos y otros “bichos”.
Cae la tarde, es 11 de noviembre (1838), las embarcaciones emprenden viaje, a favor de la corriente descienden por el río. A las pocas horas divisan el fuerte de Ibrim.
“Gracias a Dios, la proa de nuestro barco ahora apunta hacia el norte y la civilización”.
Estas son anotaciones realizadas por Roberts, nos denotan el cansancio, el alivio por pensar en el retorno a El Cairo. Durante semanas el grupo había soportado un calor abrasador, comida reducida a poco más que dátiles, padeciendo las picaduras de los mosquitos y tábanos, durmiendo en condiciones penosas. Ante esto la idea del regreso fue como un soplo de aire fresco.
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