Hola a todos nuevamente.
A título de no saber a ciencia cierta los hechos, voy a conjeturar lo que a mi entender puede haber sido el comienzo de esta historia, ya que entrelazo dos hechos que fueron verídicos pero en realidad, no sé si fueron contemporáneos el uno del otro y por tal el uno la causa del otro.
Se trata de las desventuras de un sacerdote de Ra, cuyo nombre era Ankhsheshonq, conocido también como Onkhsheshonqy, del cual no se sabe exactamente su ubicación cronológica exacta, pero sí se sabe que vivió a finales del Egipto Ptolemaico.
Nuestro personaje, además de ser autor de una magnífica obra literaria, sufrió la desventura de ser un prisionero político y fue en su cautiverio cuando escribió estos aleccionamientos que como en la mayoría de los casos, posiblemente fuera para su hijo.
Con citar un par de frases, basta para ver la sutil diferencia que hay entre conceptos casi que semejantes y distantes en el tiempo por miles de años como los de Ptahhotep cuando decía:
“No hables hasta que él (un hombre de alto rango) te lo haya pedido: nunca sabes lo que le puede desagradar. Habla de lo que él desea, y tu discurso le agradará.
Un gran hombre, cuando está sentado a la mesa, espera que tu comportamiento agrade su ka, entonces él te recompensará con favores; ésa es la conducta que debes mostrar en las veladas nocturnas. Sólo un necio haría lo contrario”.
Mientras que más sintetizado y más sarcástico, Ankhsheshonq dice:
“Puedes tú tropezar con tus pies en la casa de un gran hombre, pero lo que no debes es tropezar nunca con tu lengua”.
Nuestro personaje, Ankhsheshonq como ya dijéramos fue un sacerdote de Ra en Heliópolis que fue a visitar en Menfis a su amigo Harsiesis (nombre helenizado de Hor Sa Aset = Horus Hijo de Isis), quien fuera un médico de la corte. Allí, su viejo amigo Harsiesis, lo invita a quedarse por un tiempo más prolongado de lo que Ankhsheshonq tenía previsto, y es cuando le revelan los planes que tenían un par de cortesanos para dar muerte al faraón.
Ante semejante situación, Ankhsheshonq no solamente les advierte del peligro sino que intenta disuadirlos del hecho, pero al parecer alguien o escuchó sobre estos planes o bien los traicionaron, ya que posteriormente los conjurados son capturados y condenados a muerte, mientras que Ankhsheshonq, sabiéndose que no era partícipe de tan descabellada idea, no corre la misma suerte que éstos, pero sí es condenado a prisión ya que no había denunciado los planes del magnicidio.
Esa es la primera parte de la historia. Es la que yo enlazo con otra, ya que si bien había un complot para matar al rey, muy interesante sería saber cuál era el rey al que querían matar.
Si bien no se tiene certeza de la ubicación cronológica de Ankhsheshonq, su documento está fechado aproximadamente entre los años 100 a.C. y 30 d.C. Esto nos da un margen de varios reyes Ptolemaicos, sin embargo, es bueno recordar los acontecimientos acaecidos en Egipto bajo el gobierno de Ptolomeo VIII. Por eso me voy a permitir citar un pasaje del libro
“Los Egipcios” de Isaac Asimov, donde el autor nos ilustra los acontecimientos de forma relativamente breve pero concisa:
“El reino egipcio comenzó a fragmentarse tras la muerte de Ptolomeo VII, en el 116 a. C. Este dejó Cirene a un hijo y Chipre a otro, mientras que Egipto quedó bajo un tercer hijo que reinó como Ptolomeo VIII Sóter II.
Este último fue desposeído por su hermano menor, Ptolomeo IX Alejandro, pero el pueblo de Alejandría expulsó a Ptolomeo IX y restauró a Ptolomeo VIII.
Esta especie de vaivén, sin embargo, carecía ya, realmente, de trascendencia, pues Egipto y todo el resto del oriente estaban perdiendo su importancia. Ahora sólo contaba una potencia, y ésta era Roma.
Sólo cabe mencionar un acontecimiento de importancia en este período.
Algún tiempo después de que Ptolomeo VIII fuera restaurado de nuevo en el trono, en el 88 a. C., la ciudad de Tebas se rebeló. Exasperado, Ptolomeo envió una expedición contra la ciudad, la asedió durante tres años, y finalmente la saqueó de manera tan absoluta que no sólo no se recobraría jamás, sino que acabaría hundiéndose en una ruina total.
Este fue el fin, después de dos mil años de gloria, de la capital del Imperio Medio y del Imperio Nuevo, de la ciudad que bajo Ramsés II había llegado a ser la más grande del mundo.
Pero Menfis, que tenía mil años más, sobrevivía aún como centro del Egipto nativo y perenne recordatorio de la grandeza perdida”.
Como podemos ver, no es difícil ubicar a nuestro personaje en los acontecimientos de la época de Ptolomeo VIII. Las facciones tanto a favor como en contra del rey, nos permiten suponer un Egipto turbulento y no es del todo descabellado pensar que Ankhsheshonq, viviendo posiblemente en ésta época, se viera involucrado de manera involuntaria en los acontecimientos.
Fueran cuales fueran esos acontecimientos, no obstante nuestro personaje vivió encarcelado, tiempo que le permitió no solamente reflexionar, sino plasmarlo sobre el papiro para dejar a nosotros su legado y su martirio. Vemos como dedica a las gentes de las generaciones venideras, muy parecido a las fórmulas funerarias en las tumbas para cuando los viajeros pasaran ante ellas, evocando al difunto y así hacer efectiva mediante el mágico poder creador del verbo la ancestral fórmula hotep di nisu o fórmula de Abydos, invocando de la siguiente manera:
¡Oh ustedes…!
“¡Maltrato y miseria, oh, Gran Omnipotente Ra, Señor mío!
¡Encarcelamiento y maltrato!, ¿eso es lo que se hace en mi contra por no haber matado a un hombre?
¡Es así como usted me desprecia, mi gran señor Ra!
¿Es de esta manera cómo Ra está enfadado con nuestra tierra?
¡Oh ustedes, las personas que encontrarán estos escritos por cantidades, tendrán noticias de mí, y de cómo Ra está enfadado con nuestra tierra!”
Pero lo que más llama la atención de este extracto es la forma casi irreverente con que se evidencia la persona del faraón…
“¿eso es lo que se hace en mi contra por no haber matado a un hombre?” Acá no menciona la palabra rey, ni al Horus o Hijo de Ra, sino simplemente “un hombre”. Podemos ver entonces que la casta sacerdotal de Heliópolis no tendría muy bien vistos a los gobernantes de la dinastía Lágida.
Aunque bien podemos ver en los
templos Ptolemaicos las imágenes del Nacimiento Divino, donde teológicamente se expresa la divinidad del faraón. Sin embargo, al parecer, no todos pensaban igual.
A continuación les dejo un pasaje de las Instrucciones de Ankhsheshonq, que me imagino que a ustedes también les hará acordar en algunas cosas a las de Amenemope.
“Aquéllos que dicen: ‘Esto no puede pasar ' deben echar una mirada a lo que está oculto: todos los días Dios revela los secretos de Su Creación en la Tierra.
Dios creó la luz y la oscuridad en que toda la creación existe.
Su vida transcurre en la justicia cuando su corazón y palabras están sin la falta.
No le pida a Dios consejo y después lo rechace.
No enseñe a aquéllos que no quieren oír.
No use la sabiduría para intervenir en cosas triviales cuando algo más importante espera.
No permita a un necio intervenir en una materia importante o entonces después usted tendrá que usar todo su conocimiento para solucionarlo.
Cuando un hombre sabio se pone a prueba, él está apenas consciente de sus logros espirituales.
Aquel que ha sido escogido de afuera por la muchedumbre, no es por eso automáticamente un hombre sabio.
No tire una lanza si su objetivo es pobre.
No permita al hombre ignorante y al necio trabajar en lo que a ellos les es impropio.
No diga: ‘yo he arado el campo pero no he obtenido nada a cambio. Árelo de nuevo, es bueno trabajar.
Nunca permita a un impío o a un hombre mediocre dar órdenes a las personas.
Dios abandona el pueblo cuando es gobernado por un gobernante malo.
Cuando Ra, la luz divina, está enfadado con el país, la ley, la justicia y los valores se rompen y entonces los necios ocupan su lugar.
Si una mujer está en paz con su marido, las cosas nunca saldrán mal.
Cuando un hombre huele agradablemente a mirra, su esposa está como una gata tras él. Pero cuando un hombre está herido, su esposa está allí como una leona para protegerlo.
No more en una casa que ha sido maldecida por Dios, su capacidad de destrucción se volverá contra usted.
No diga "yo sé"; póngase a aprender.
No desdeñe las cosas pequeñas, por temor a equivocarse. Solo basta tener un poco de cuidado.
Las pequeñas buenas noticias pueden hacer brincar su corazón, un poco de rocío puede hacer revivir los pastos, la pequeña abeja es capaz de hacer la miel.
Las riquezas del hombre generoso son mayores que las de aquellos avaros.
Aquéllos que gustan dar comida a otros encontrarán siempre la bienvenida a la mesa en cada casa.
Las cosas adquiridas con la codicia son un mal que no tiene buen fin.
La codicia que lleva a las riñas y luchas por el dominio de una casa trae la infelicidad a la familia.
La recompensa por la codicia es como ceniza soplada en el viento.
El que escupe al Cielo, su escupida caerá sobre él.
Manténgase alejado de aquéllos con el odio en sus corazones.
La muerte de un hombre malo es una causa de celebración para aquéllos que vienen detrás.
Todos podemos encontrar el camino hacia Dios, aunque el ignorante no pueda; para el ignorante el trabajo de Dios es nada más que una broma.
Consejo dado al tonto pesa tan rápido como el viento.
El necio que enciende un fuego y se pone demasiado cerca se quema a sí mismo”.
Como podemos ver, son consejos que no han perdido vigencia a través de los tiempos, sino que más bien, son cosas que diluyen el tiempo y nos acercan de forma muy vívida a esos personajes… y no lo olvidemos… eso también está dedicado a nosotros.
Es de esperar que Ankhsheshonq nunca se hubiera imaginado los cambios sociales, culturales, tecnológicos, etc. a que se ha sometido la humanidad a través de los tiempos; pero yo creo que sí se imaginó y con creces la continuidad del espíritu humano a través de los milenios. No olvidemos que era sacerdote: evidentemente ése era su fuerte.
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