- Los Griegos en Egipto - Año 332/331 A.C.

[Ptahmés]

Alejandria, Roma, Egipto... el Tema se puede prolongar muchísimo y será objeto de otros posteriores aportes, seguro. Yo me permitiré finalizarlo aquí, no sin antes editar mi contribución final: una pequeña Historia de la Historia que acontece en estos días gloriosos de la ocupación romana de Egipto. Una historia que me ha apasionado siempre: remontar El Nilo más allá de Meroé, de la confluencia con el Atbara, con Jartoum, en lancha motora, en dahabiyá, en moto-nave...hasta dónde se alcance con arreglo a las posibilidades, de mis fuerzas, de mi tiempo...pero siempre por el rio.(¡!).

Voy a hablaros de quién conoció tanto de esta aventura que elaboró una acertada hipótesis.¿ Conocíais a Claudio Ptolomeo ?.

_____________________CLAUDIO PTOLOMEO y LOS MONTES DE LA LUNA___________________________________________.

CLAUDIO PTOLOMEO, nacido en Tolemaida, nueva ciudad cercana a la antigua Abydos, fue considerado uno de los múltiples sabios de Alejandría, polifacético: óptico, astrónomo y geógrafo. Recopiló en su obra Almagesto, la gran variedad de sus observaciones. Entre otros reconocidos descubrimientos hallamos la primitiva carta astral planetaria, dónde figura el planeta Tierra como centro del Universo - craso error - pero que permitirá a sus posteriores herederos concebir la famosa esfera armilar tan útil en los posteriores acontecimientos. Sin embargo, aquí, derivaremos su figura a la que nos más apasiona: a su labor de cartógrafo.


Para la gran mayoría de historiadores, fue Claudio Ptolomeo el primer erudito en cartografiar, en el siglo II d.C. las presuntamente verdaderas " Fuentes del Nilo ". Así se deduce de los facsímiles reproducidos por la escuela cartográfica veneciana del siglo XV, que aún se conservan en nuestros días, y que a su vez, eran réplicas de las antiguas cartas marinas que elaboró el alejandrino y su escuela de discípulos. En tiempos del Medievo, la república serenissima y su gran flota marítima, gozaba del privilegiado comercio oriental, casi en total exclusividad. Desde muchas décadas atrás, han establecido un comercio floreciente y estable, a través de las grandes rutas marítimas y caravanera de Oriente Próximo, Arabia, la Costa Occidental de India, el sur de África y hasta incluso la misma China.

Por aquel entonces, los marinos venecianos seguían utilizando los mapas tolemaicos; eso sí: con los consiguientes registros actualizados de las evoluciones derivadas de los nuevos descubrimientos pero considerándolas como las más acertadas, completas y verídicas existentes en su Tiempo. Como podremos comprobar, no sin cierto asombro, Ptolomeo logró cartografiar, casi con exactitud, la ubicación real de una parte del planeta denominado "Oriente, las Indias, África Austral". La pregunta que suscita este hecho es : ¿cómo lo consiguió?.

Ptolomeo y sus contemporáneos retomaron y completaron las cartas náuticas y astronómicas que elaboraron sus ilustres predecesores. Y en aquellas mismas aulas, trataban de registrar los nuevos episodios marítimos no sin cierta reserva y escrupulosidad. No se pueden dejar engañar con fábulas, la responsabilidad bajo la que actúan les impide tomar por ciertas todas las aparentes "dislocaciones" que escuchan.

Ptolomeo y sus contemporáneos alejandrinos, que nunca ejercieron de exploradores más allá del Delta, fueron testigos de excepción del desarrollo y auge del comercio marítimo entre esta zona romana de Egipto y el resto del Orbe. Gozaban de participar de su famoso oratoria, gustaban de escuchar historias, discursos y crónicas, narradas de viva voz, en ágoras, jardines y fiestas; alocuciones en las que los antiguos griegos vertían toda su retórica, lírica, dramatismo e interpretación, que ya hicieron universales sus grandes clásicos.

Desde tiempos muy antiguos, egipcios, nubios, griegos y ahora romanos han intentado establecer la navegación continua más allá de la 5ª catarata, deseosos de descubrir las verdaderas fuentes para someterlas a su poder. Conocían las crónicas militares de conquista y castigo de grandes faraones: las famosas expediciones a Punt, Kush, Meroé, Oppone... pero hasta el verdadero nacimiento del Nilo: todo ha sido inútil. Ahora, un numeroso ejercito de geógrafos griegos experimentados, ansiosos por la aventura del saber, figuran enrolados entre la tripulación expedicionaria de las naves romanas. Actúan al tiempo de interpretes para los latinos y aprovechan la travesía para ampliar sus horizontes, nunca mejor dicho.

Las expediciones romanas, cada vez mejor pertrechadas respecto a otras anteriores, avanzan y alcanzan nuevos puestos, hasta más allá de Jartoum. Sin embargo, la duración del viaje agotaba la resistencia humana. Unamos a ésto, la imposibilidad de conseguir avituallamiento entre las tríbus indígenas, tan escasas e invisibles, como hostiles y agresivas y como las enfermedades intratables propiciadas por las plagas de insectos.



Cuando ya todo parecía superarse y avanzaban, aparecía ante proa el obstáculo definitivo: el gran mar de papiros. Una inmensa marisma pantanosa sin profundidad suficiente para la navegación de naves con calado. Además, su disposición se presentaba como un laberinto de canales, a modo de delta interno, donde confluían, además, otros ríos tributarios del Nilo, nacidos también de la misma zona ecuatorial que éste y que le aportaban, en exceso siempre, su cauce indefinido, impidiéndoles insistentemente remontarlo. Ante los primeros síntomas de sedición de la marinería, nacida del desamparo y el terror, las expediciones regresaban al hogar de la civilización. El Nilo se resistía a desvelar su nacimiento, toda aventura`similar se considerará improbable, estéril, se posponen´ad calendas grecas`,-sine die- que dirían los romanos. La cita: "Quaerer fontest Nili" califica la imposibilidad de alcanzar los objetivos al igual que lo fueron los esfuerzos por descubrir las fuentes del Nilo en aquellos tiempos.

Hoy sabemos que el descubrimiento de su nacimiento, casi 2000 años después, fue conseguido a través de otro acceso diferente al natural, desde un punto costero del África Oriental, situado casualmente en el mismo meridiano. Meridianos y paralelos, que geógrafos como Ptolomeo aplicaron con sabiduría en sus evoluciones cartográficas.

Pero volvamos a su rutina: tenemos que imaginar a Ptolomeo escuchar las descripciones, casi siempre inverosímiles por extraordinarias, exageradas o concretas unas, pero esclarecedoras y coincidentes otras, con respecto a otros testimonios anteriores, comprobados y tenidos como verídicos. Algunos relatos aluden a un lugar remoto en el corazón del continente, "...muy cercano al cielo, desde dónde no se percibe la cima...", "...desde dónde -siempre hipotéticamente- manaban de forma ininterrumpida el Gran Rio..." desde el inicios de los "primeros días".

A oídos de Ptolomeo llegaron descripciones como la siguiente: "...aquellas montañas no parecían tener fin. Formadas en altura por gigantescos témpanos blancos como la leche, durísimos como pocas rocas, ardientes al tacto como mineral fundido y a la vez que se descomponían lentamente en aguas fresca de mamantiales...".

A aquel lugar le denominaron LAS MONTAÑAS de la LUNA por su gran altitud y por la imposibilidad de conseguir encumbrarlas. Imaginaban que vertían su blanco manto desde la mismísima Selene .

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Todo el texto original.

Fuentes consultadas:

La Tumba de Alejandro: Valerio Massimo Manfredi / Edit. Grijalbo Las Conquistas de Alejandro: John Warry / Edit. Osprey Publishing.