Me ha llevado bastante tiempo ir recogiendo toda esta información, claro, no solo sobre este tema sino sobre otros varios relacionados . Todo empezó cuando cayó en mis manos una revista en la que había un artículo de dos o tres páginas que hablaba sobre los hicsos. Los hicsos…, ¿quiénes fueron los hicsos? Se dice que cuando los hebreos llegaron por primera vez a Egipto los hicsos ya estaban allí, y que al parecer se habían asentado principalmente en el Delta oriental. Si estos hicsos no eran egipcios ¿cómo habían llegado a dominar el país? ¿Por qué habían ido a Egipto y de dónde venían? ¿Cómo recibieron a los primeros hebreos que llegaban? No sabemos, pero tal vez las famosas pinturas de Beni-Hasan, relativamente cerca de la que fue ciudad capital de un único faraón, tal vez esas pinturas de semitas sean la crónica de aquella visita que algún impacto causó, por eso retrataron al grupo de semitas. Pero ¿qué hay de los hicsos?.
En mi búsqueda de información sobre los enigmáticos hicsos averigüé que la primera vez que el nombre “hicsos” aparece en algún documento histórico que se conserve en la actualidad, es en una obra escrita por el historiador judío Flavio Josefo del siglo primero. En su libro Contra Apión, en el libro 1º, párrafo 14, Josefo transcribe lo que antes había escrito el sacerdote y escriba egipcio del III siglo antes de Cristo llamado Manetón. De modo que era el egipcio Manetón la primera persona en haber utilizado el nombre “hicsos”. Flavio Josefo prefirió traducir ese nombre como “pastores cautivos”, pero el egipcio Manetón se decantó por darle el sentido de “reyes pastores”.
Cuando Flavio Josefo se puso a escribir su libro Contra Apión, su intención era demostrar a todo posible lector cuál había sido el origen de la nación hebrea, y entre los muchos documentos que cita estaba la obra del egipcio Manetón, que en aquellos tiempos debía de estar depositada en la Biblioteca de Alejandría. Según Flavio Josefo, Manetón había escrito que estos hicsos se dedicaban al pastoreo, que habían llegado desde oriente, que consiguieron dominar todo Egipto sin librar una sola batalla, que más tarde cometieron sacrilegios contra los dioses y contra los
templos del país. Con el tiempo los nobles egipcios se rebelaron contra los hicsos y triunfaron. Pero he aquí que aquellos egipcios tan buenos permitieron a los derrotados hicsos salir pacíficamente del país, incluso los egipcios permitieron que los hicsos más viejos y enfermos se quedaran en Egipto para recuperarse. Que los hicsos que abandonaban Egipto se dirigieron hacia Canaán y allí fundaron la ciudad de Jerusalén. Tiempo después, los hicsos que habían abandonado Egipto decidieron regresar a la tierra de los faraones para recoger a los suyos, y fue entonces cuando cometieron el sacrilegio contra la religión egipcia. Luego desaparecen de la historia egipcia. Todo esto es lo que escribió Josefo que a su vez escribió Manetón. No deja de tener su curiosidad el que Josefo enlace este éxodo de los hicsos con el éxodo de los hebreos. ¿Puede tratarse del mismo éxodo? ¿Por qué ignoran los expertos actuales esta posible conexión cuando hablan de los hicsos?
Hoy, 2000 años después, no tenemos modo de saber hasta qué grado Manetón primero y luego Flavio Josefo fueron objetivos a la hora de escribir esa llamativa historia, pero si Josefo transcribió con cierta fidelidad lo que Manetón puso por escrito, entonces estamos ante un relato demasiado ingenuo como para ser creído sin más. Sí, porque ¿cómo fue posible que los llamados hicsos conquistaran Egipto sin librar una sola batalla? ¿Y mediante qué artimañas los egipcios se dejaron sorprender por segunda vez permitiendo la entrada en Egipto de los “malos” hicsos? ¿Tan ingenuos eran los egipcios de aquellos días?
Uno de los primeros sentidos que tubo la palabra hicsos fue el de “Reyes Pastores” o “Príncipes Pastores”. Esta forma de pronunciar esa palabra alude a cierto nivel social alcanzado por esos odiados extranjeros, pero al mismo tiempo los está denigrando. Sí, porque en el Egipto del tiempo del bíblico José los pastores eran algo detestable, algo de lo que debían encargarse las castas inferiores, Génesis 46:34.
¿Y quiénes, entre los hebreos, habían sido pastores y luego llegaron a ser principales en la administración egipcia o viceversa? El bíblico José había sido pastor en su juventud, pero luego llegó a ser nada más y nada menos que el segundo en el poder tras el propio faraón Akenatón (?), Génesis 37:2; 41:40. Dos siglos más tarde, otro hebreo llamado Moisés, que primero había sido educado como un príncipe en Egipto, luego fue pastor en Madian por 40 años, Ëxodo 2:10; 3:1. ¿Era en el pueblo hebreo en quienes pensó Manetón cuando acuñó la palabra “hicsos”? De todos modos no solo fueron los hebreos los que entraron en Egipto como consecuencia de las hambrunas, otros muchos orientales también lo hicieron.
Recordemos que Manetón había escrito que los hicsos dominaron todo Egipto sin librar una sola batalla. Si los hicsos de Manetón fueron, básicamente, los israelitas de la Biblia, entonces se entendería que no pelearan ni una sola vez porque los israelitas se establecieron en Egipto con permiso del faraón reinante, Génesis 45:16-20, y todos los israelitas que llegaron a Egipto eran pastores en aquellos momentos. El supuesto sacrilegio contra la religión egipcia del que habla Manetón, podrían haber sido las famosas 10 plagas bíblicas (de esto hablaremos en otra ocasión si lo desean), pues desde el principio todo aquel enfrentamiento se presentó como una guerra religiosa, Génesis 12:12. Y la supuesta marcha de los hicsos hacia Canaán, al final de la cual fundaron la ciudad de Jerusalén según Manetón, no sería otra cosa que una versión manipulada del famoso éxodo hebreo.
Partiendo tan solo de los datos proporcionados por Flavio Josefo, que a su vez los tomó del sacerdote y escriba Manetón, los expertos del siglo XX han ido creando una historia que desvincula casi por completo de los hechos a los antiguos israelitas. Pero si estos llamados hicsos no fueron los israelitas, entonces ¿por qué se dirigen a la tierra Canaán para convertirla en su patria permanente? ¿No se encontrarían con ellos los israelitas cuando protagonizaran su propio éxodo hacia Canaán, según la Biblia? ¿Y por qué eligen inicialmente estos hicsos como sede de su residencia a Egipto en vez de dirigirse directamente a Canaán, a Persia o a Arabia? ¿Cómo fue que los hicsos expulsados fundaron la ciudad de Jerusalén, cuando la Biblia afirma que Jerusalén como tal solo se llamó así en los días del rey David? ¿Y qué clase de milagro posibilitaría que gentes de distintas procedencias y mentalidades se pusieran de acuerdo para convertir Canaán en su hogar una vez que concluyera el éxodo? ¿Qué idioma hablaban para ponerse de acuerdo entre sí? Los interrogantes son demasiados como para andar descartando a los antiguos israelitas.
La mayoría de las obras de consulta y de expertos, no sin ciertas reticencias, dicen que los hebreos llegaron a un Egipto dominado por conquistadores extranjeros allá por el siglo XVIII antes de Cristo, por los hicsos, pero este punto de vista entra en conflicto con el registro histórico de los hebreos. Veamos solo algunos ejemplos.
Ya dijimos que el bíblico José llegó a ser Gran Visir de Egipto, el puesto de funcionario más alto de los posibles. Si esto hubiera tenido lugar en una cohorte de conquistadores extranjeros (los hicsos), ¿cómo es posible que José se viera obligado por el protocolo existente a comer en una mesa separada de los sirvientes egipcios de palacio?, Génesis 43:32. Seguramente que a los conquistadores extranjeros no les hubiera importado respetar o no unas costumbres protocolarias egipcias.
El jefe de la seguridad personal del faraón era egipcio de nacimiento, no un extranjero colocado en los puestos claves de palacio, Génesis 39:1.
Una vez que comienza la terrible hambruna anunciada por José, el mismo pueblo egipcio se vende como esclavos al faraón para poder seguir comiendo cereales. Tan apretada llegó a ser la situación que al final el tesoro real llegó a ser dueño de toda la tierra egipcia por derecho de compra, Génesis 47:18-20. Pero si el faraón y todos sus funcionarios reales hubieran sido hicsos conquistadores, ¿no hubiera sido el faraón dueño de toda la tierra por derecho de conquista en vez de por derecho de compra?
Cuando años después el padre de José, el patriarca Jacob, fallece, José hace que sus siervos los médicos embalsamen o momifiquen a su padre para poder trasladarlo a la tierra en que nació a través del desierto, a la que todavía se llamaba Canaán, Génesis 50:1-3. La momificación era una costumbre de los egipcios, no de los pueblos de los alrededores. Y cuando años más tarde fallece el propio José, él también fue embalsamado, Génesis 50:26.
Cuando los hermanastros de José se presentan a él por primera vez en Egipto no lo reconocen. Claro, ya habían transcurrido bastantes años desde que lo vieron por última vez, pero es que José vestía a la egipcia, además, al principio José les habló en el idioma del país pero sus familiares no lo entendían porque José agrandó la estratagema sirviéndose de un intérprete para comunicarse, Génesis 42:23.
La verdad tiene que tener el aroma de la verdad, de lo contrario hasta el menos inteligente se percatará de ello. La información de fuentes “egipcias” se me antoja un poco rocambolesca, la información procedente del registro histórico hebreo para la época de José tiene ese inconfundible aroma de verdad, es más natural, más lógica, pero comprendo a quienes piensen de otro modo. Todo, en el registro histórico de los hebreos para esa época, todo nos pinta un marco de circunstancias egipcio natural, nada nos deja entrever que se trate de una clase gobernante extranjera y conquistadora. Si algunos arqueólogos han utilizado la Biblia por si acaso, yo no me siento con menos derecho.
Luís Marcos Núñez
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