Investigadores Españoles en el Egipto de los Faraones

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La pasión de los investigadores españoles por la historia del Egipto faraónico

La historia del Antiguo Egipto ha cautivado durante décadas a investigadores de todo el mundo, y los españoles no son una excepción.

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El desarrollo científico en España durante el siglo XIX fue el resultado de notables aportaciones individuales, que, lamentablemente, nunca estuvieron a la altura de las iniciativas de otros países como Francia, el Reino Unido o Alemania. Si en líneas generales la ciencia apenas maduró en España, disciplinas tan lejanas como la egiptología no tuvieron ninguna oportunidad entre las especialidades de la historia.


Con la iglesia hemos topado

El primer obstáculo que encontraron los contados investigadores que se acercaron al Antiguo Egipto desde una perspectiva científica fue la Iglesia católica. En 1884, el catedrático de Historia Universal Miguel Morayta y Sagrario pronunció el discurso de apertura del nuevo curso académico en la Universidad Central (Madrid), que trataba sobre el Antiguo Egipto. En su disertación, desafió la cronología del Antiguo Testamento y negó la existencia del Diluvio Universal, provocando un debate epistolar en periódicos y pastorales en el que estaba en juego la libertad de cátedra.

Todo ello culminó en manifestaciones estudiantiles que fueron reprimidas por las fuerzas del orden, que llevaron a cabo detenciones masivas, y que tuvieron como consecuencia el cierre de la Universidad. Es más, el tema llegó al Parlamento, donde tuvo lugar un acalorado debate. El resultado fue que los estudios relacionados con el Antiguo Egipto se enseñasen intentando conjugar las últimas síntesis históricas y las directrices de la Iglesia católica. En ese contexto, la universidad española no entendió conveniente crear cátedras de estudios orientales, en lo que también tuvo su responsabilidad la ausencia de especialistas formados en el extranjero.

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Pioneros españoles en las tierras de los faraones

Resulta curioso que estos hechos coincidieran temporalmente con las primeras excavaciones llevadas a cabo por un español en Egipto: Eduard Toda i Güell, quien, sin embargo, no era un estudioso, sino el cónsul de España en el país del Nilo.

Eduardo Toda, Cónsul General de España en El Cairo, disfrazado de momia - MUSEO ARQUEOLÓGICO NACIONAL

En aquellas fechas, la comunidad extranjera en Egipto era realmente pequeña, por lo que Toda no tardó en entablar amistad con el director del Servicio de Antigüedades, el eminente egiptólogo francés Gaston Maspero, y otros colegas.

Guiado por estos, adquirió algunos rudimentos sobre la escritura jeroglífica, la historia, el arte y la arqueología egipcias. A comienzos de 1886, el joven cónsul español fue invitado por Maspero a formar parte de un viaje de inspección del Servicio de Antigüedades que se iba a desarrollar por el Alto Egipto. Durante su parada en Luxor, se le encargó vaciar la tumba intacta de Sennedyem, una de las más bellas de la necrópolis de Deir el-Medina.

Durante este viaje, que le llevó hasta Asuán, Toda adquirió un buen número de piezas que, junto con otras compradas, principalmente en anticuarios de El Cairo, forman la colección más grande formada por un español y vendida o donada a los museos de nuestro país. En la actualidad, las cerca de 1.500 piezas, más calcos y fotografías, se reparten entre el Museo Arqueológico Nacional y la Biblioteca del Museo Victor Balaguer, en Vilanova i la Geltrú.

Unas décadas más tarde de la vuelta de Toda a España, en 1906, Vicente de Galarza ejerció como abogado en El Cairo y solicitó un permiso de excavación en Guiza, cerca de la Esfinge. Como no tenía experiencia arqueológica, le encargó a Ahmed Bey Kamal, uno de los primeros egiptólogos locales, el trabajo. Los resultados fueron modestos, si bien la tumba desenterrada pudo pertenecer a una reina de la Dinastía IV.

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La evolución de la Egiptología en España antes de la Guerra Civil

Pero aparte de las actividades particulares, en España no hubo ni egiptólogos ni estudios de egiptología antes de la Guerra Civil. Durante estos años, las publicaciones sobre el Antiguo Egipto fueron raras, si bien hubo meritorios intentos por actualizar en español lo que se sabía de la cultura faraónica.

Entre estas iniciativas, que no pasaban de ser meras descripciones, destaca la obra del que fue director del Museo Arqueológico Nacional, Juan Ramón Mélida, sobre el arte egipcio. Su Historia del arte egipcio se convirtió en el manual universitario por antonomasia durante varias décadas, solo superado por el magnífico volumen El arte egipcio hasta la conquista romana, de José Pijoan, publicado dentro la serie Summa Artis en 1932.

En la década inmediatamente posterior a la Guerra Civil, se impartieron clases de egipcio y acadio antiguos en la Universidad de Madrid, pero aquellos loables intentos desaparecieron por falta de dotación económica.

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Explorando la misión española en Nubia: historia, descubrimientos y legado

Maria del Carmen Pérez Die. MAN

Justo a inicios de la década de 1960, comenzó la construcción de la segunda presa de Asuán que, una vez finalizada, iba a inundar gran parte de la región situada inmediatamente al sur de la ciudad egipcia hasta unos kilómetros en Sudán. La subida de las aguas inundarían un vasto territorio de la región de Nubia. Allí había numerosos yacimientos, grafitos y templos que iban a quedar sumergidos si no se estudiaban o salvaban.

Todo ello exigía un trabajo tan complejo y costoso que ni Egipto ni Sudán estaban en condiciones de sufragarlo en solitario. La solución que se encontró fue solicitar ayuda a la UNESCO, que hizo un llamamiento internacional para que los países colaboraran en la excavación, documentación y salvamento de los monumentos de la Baja Nubia. A la llamada respondieron los principales países con tradición investigadora en el valle del Nilo (Estados Unidos, Alemania, Francia, Reino Unido, etc.) y otros sin experiencia, entre los que figuraba España.

Las razones por las que nuestro país se involucró en este proyecto son varias, pero principalmente sobresale la razón propagandística: España había sido recientemente aceptada en la UNESCO (1953) y poco después en la ONU (1955). La dirección de la campaña recayó en el catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, y director del Museo Arqueológico Nacional, Martín Almagro Basch.

Los resultados de la misión fueron notables y, en gran parte, publicados, lo que aumentó el prestigio de esta. La implicación española en la campaña fue recompensada por el gobierno egipcio con la concesión de las excavaciones en el yacimiento de Ehnasya el-Medina, más conocida como Heracleópolis Magna, así como con el regalo del Templo de Debod, hoy en Madrid.

La concesión en Heracleópolis Magna a España fue recibida en 1966 y, ese mismo año, comenzaron las excavaciones dirigidas por un joven egiptólogo que se había formado en Francia y que había participado como epigrafista en la campaña de Nubia: Jesús López. Aunque él fue el director de los trabajos de campo, el director oficial de las excavaciones fue Martín Almagro hasta 1979.

Heracleópolis Magna fue la residencia de los reyes de Egipto durante la segunda mitad del Primer Período Intermedio (dinastías IX-X), hecho de lo que no muchos yacimientos egipcios pueden presumir. Así, España comenzó su investigación arqueológica en un sitio con enormes potencialidades. Lamentablemente, durante las dos primeras décadas no se realizaron campañas anuales y el presupuesto era escaso.

Jesús López continuó con la responsabilidad de la segunda excavación en 1968 y, a partir de entonces, tras unos años sin excavar, el proyecto retomó un nuevo impulso bajo la dirección de María del Carmen Pérez Díe, Conservadora Jefe del Departamento de Antigüedades Egipcias y de Próximo Oriente en el Museo Arqueológico Nacional.

Con ella, el proyecto no solamente se hizo de forma casi anual, sino que también se convirtió en una oportunidad única para que jóvenes universitarios españoles que aspiraban a ser egiptólogos tuviesen la oportunidad de excavar en Egipto. Hoy en día, la mayoría de esos jóvenes son egiptólogos de reconocido prestigio que enseñan en universidades españolas y que cuentan con sus propios proyectos o colaboran activamente en otros.

Entre los grandes hallazgos de la misión de Heracleópolis Magna está el descubrimiento de la necrópolis del Primer Período Intermedio (todavía en excavación), la del Tercer Período Intermedio y el templo que Ramsés II dedicó a la divinidad local, Herishef.

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El papel de las asociaciones

Museo Egipcio de Barcelona. Estatua de Ramses II
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Poco a poco, la egiptología iba cobrando cada vez más importancia en los medios de comunicación, de tal forma que, en 1986, jóvenes universitarios y apasionados de la egiptología decidieron fundar la Asociación Española de Egiptología (AEDE). Esta institución ha resultado clave para la difusión científica de la historia y la cultura egipcia antiguas en nuestro país.

Desde sus comienzos, la AEDE organizó cursos de Historia, Cultura y Filología egipcias, que han sido los responsables de que la egiptología, ausente en las universidades españolas hasta hace unos años, tuviera un hueco. Un par de años después, se creó la Societat Catalana d’Égiptologia (SCE), bajo la inspiración del Catedrático de Historia Antigua de Egipto Josep Padró, que había participado en las excavaciones de Heracleópolis Magna y fue, junto con Francisco Presedo, el primer egiptólogo en formar parte del mundo universitario español como docente. Sin duda, la SCE es otro ejemplo de dinamismo en la difusión y los estudios del Antiguo Egipto en España.

En 1992, la Universitat de Barcelona, de la mano del profesor Padró, entró como socio científico del entonces Servicio de Antigüedades en la excavación del yacimiento de Oxirrinco. Se trata de una antigua gran ciudad con necrópolis, que por el momento ha mostrado niveles contemporáneos al primer milenio a.C. y de época grecorromana. Desde los comienzos de la colaboración entre egipcios y españoles, se han sucedido anualmente campañas arqueológicas en las que han participado numerosos especialistas.

Pocos años después, entre 1997 y 1999, Luis Gonzálvez dirigió los trabajos de excavación y conservación de la mastaba n.º 16 en el yacimiento de Meidum. Estas excavaciones fueron parte de las labores de fomento de la investigación que, desde unos años atrás, comenzó a desarrollar la Fundación Clos.

El compromiso de esta institución privada no solamente se ha centrado en las excavaciones arqueológicas, que han continuado en una misión conjunta con la Universidad de Tübingen en Sharuna, sino también en la exposición de la colección privada del director de la Fundación, Jordi Clos, en un museo exclusivamente dedicado al arte egipcio situado en el centro de Barcelona.

En esa provincia, se puede admirar una colección que cada vez está adquiriendo más y más valor para los especialistas gracias a sus fondos papirológicos y otras piezas que podríamos denominar como “sorprendentes” por su variedad y calidad. Se trata del Museo de la Abadía de Montserrat. Gran parte de las piezas fueron adquiridas por el padre Bonaventura Ubach durante la primera mitad del siglo XX durante sus viajes por Tierra Santa.

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La perspectiva actual de las investigaciones españolas en Egipto

Las misiones que anteriormente mencionábamos, así como la formación egiptológica de diferentes investigadores de nuestro país en centros extranjeros, eclosionó en el siglo XXI. Desde el inicio de este siglo, la presencia de egiptólogos en las universidades españolas y en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha ido creciendo, de tal forma que el aura de exotismo, romanticismo y aventura, que siempre acompañaba a todos los que trataban de desarrollar investigaciones egiptológicas en la universidad española, ha ido cambiando hacia una imagen más científica por parte de otros colegas universitarios.

Buena parte de ese cambio de imagen se debe a la organización de los congresos cuatrienales de egiptología que comenzaron en 1998, exclusivamente españoles, y que se han ido abriendo a los colegas portugueses e iberoamericanos a partir de la segunda edición. A todo ello se suma la madurez que fueron adquiriendo los proyectos ya en marcha y a los nuevos que se iniciaron desde el año 2002.

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Proyectos en curso: investigaciones españolas en el Egipto actual

Qubbet el-Hawa. La Cima de los Vientos
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En ese año, José Manuel Galán obtuvo un permiso de excavación para la tumba de un alto oficial de la reina Hatshepsut, Djehuty. Se trataba de “terminar la limpieza” de una tumba descubierta muchas décadas antes en la orilla oeste de Luxor que, sin embargo, no había sido completamente excavada. Tras más de 17 años de campañas arqueológicas, este proyecto, que ahora excava en una concesión mucho más extensa, que incluye muchas más tumbas, se ha convertido en uno de los buques insignia de la egiptología española, abriendo puertas a muchos.

Así, por ejemplo, en 2008, la Universidad de Jaén inició un proyecto modesto en una de las necrópolis más conocidas de Egipto por sus importantes biografías datadas en la Dinastía VI, Qubbet el-Hawa (Asuán). Sin embargo, el proyecto se centró en una tumba, la QH33, de la Dinastía XII, que, en principio, no auguraba grandes descubrimientos debido a que había sido saqueada y quemada en la Antigüedad. Contra todo pronóstico, la tumba contenía varias cámaras intactas, entre las que destacaban las del gobernador Heqaib III y otros altos oficiales contemporáneos.

Durante las últimas diez campañas, el proyecto de la Universidad de Jaén ha añadido a su concesión todas las tumbas del Reino Medio, además de algunas nuevas datadas en períodos anteriores. En una de ellas, muy modesta, datada en el Primer Período Intermedio, se hallaron los restos de una mujer que sufrió el cáncer de mama más antiguo descrito hasta el momento. Gracias a este tipo de descubrimientos, los investigadores españoles vamos escribiendo nuevos capítulos de la historia de la humanidad.

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