Un grupo de amigos hicimos un viaje a Túnez y llevábamos guía oficial, pero parece que a aquel hombre le costaba dinero soltar una palabra, vamos, que no nos contaba demasiadas cosas de los lugares que visitábamos. De modo que cuando visitamos las ruinas del toffet de Cartago, el cementerio de niños sacrificados por los antiguos fenicios, mis amigos me pidieron que yo les diera algunas explicaciones del lugar, y gracias a lo que yo había leído eso hice teniendo al guía oficial delante que también estaba escuchando.
En otra ocasión, visitando el Valle de los Reyes en Egipto, nuestro guía que no era malo pero que aquel día debía de tener pocas ganas de hablar, nos dio unas pocas indicaciones y allí nos soltó. Teníamos que visitar la tumba del faraón Ramsés III, y quiso la casualidad de que yo había estudiado cosas del reinado de ese hombre y mis amigos me pidieron que les contara algunas cosas de Ramsés III, y eso hice. Es que a mí siempre me ha gustado contar cosas.
Perdonar que me haya explayado, pero lo hago a raíz de una noticia que he leído esta mañana en el periódico. Un jubilado que visitaba el parque Güell de Barcelona con tres amigos y les estaba dando algunas explicaciones del parque, fue conminado por los guardias de seguridad del lugar a callarse porque él no era guía oficial. Vamos, que yo visito ese parque y no les puedo contar cosas a mis nietos ¿es eso? Es lo más ridículo que he leído nunca. Es una vergüenza. Aquí os pongo el enlace para que vosotros mismos leáis la noticia.
BCN prohíbe guiar a familiares y amigos por el parque Güell