Esta vez, quizá por la cantidad de gente, cuando de verdad sentí la grandiosidad de la Sala Hipóstila fue curiosamente por la noche. En el Luz y Sonido, cuando se iban iluminando partes de la sala, se podía ver, o mejor adivinar, la inmensidad del lugar.
Notabas como la sala te envolvía, sentías la grandiosidad a tu alrededor, la enorme profundidad mirases donde mirases, no alcanzabas a ver los límites, y no solo era por la falta de luz sino porque es imposible que el ojo vea o que la mente intuya tanta inmensidad.
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