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Periodo de vigencia
May 31, 2009 - July 31, 2009
Título del número de la revista
La revista Egipto Nº 4
Descripción de la revista
Revista de Egiptología
Se publicó 31-05-2009

#1   Antiguo 12-05-2009, 11:15:57
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Predeterminado

Novela - "Los Príncipes Pastores" (2ª parte)

El Encargo (3ª parte) “Los Príncipes Pastores”


El día amaneció brumoso, y a esa hora temprana de la mañana cualquier leve brisa que soplase era fría. Por aquel entonces, el Nilo se dividía en cinco brazos al llegar al Delta, pero Manetón y su séquito planeaban navegar hasta Heliópolis directamente. No era un viaje fácil, y no lo era porque la crecida anual del río estaba próxima y en algunos tramos la navegación podía resultar peligrosa, así que tenían que apresurarse. Tres falúcas esperaban al sumo sacerdote y su séquito. Inflaron su velamen para facilitar la navegación contra corriente y se ayudaron de los remos. Las orillas estaban frondosas de vegetación, en algún espacio abierto podían verse a algunas gentes comenzando sus labores agrícolas de la mañana, y si se aguzaba la vista podían verse algunos cocodrilos reposando debajo de los primeros rayos de Rá. Por delante de las falúcas, río arriba, vieron a un grupo de 6 o 7 hipopótamos que todavía permanecían dentro del agua, pasar junto a ellos podía resultar peligroso, pero no tenían más opción. Con sumo cuidado pasaron lo más alejados posible de ellos, pero una de las embarcaciones no iba lo suficientemente lejos y uno de los hipopótamos se asustó revolviéndose bruscamente en el agua, eso provocó que esa embarcación volcase yendo a parar sus ocupantes y las vituallas al agua. No era la embarcación en la que iba Manetón. Las otras dos falúcas se acercaron rápidamente para socorrer a sus compañeros, pero ya nada pudieron hacer por el equipaje, parte del cual se hundió en el agua y el resto se desplazó río abajo hasta perderse de vista.

El Nilo era considerado como un regalo de los dioses, grande, caudaloso y de aguas puras y cristalinas. Por él viajaban, como ahora era el caso, de él bebían todos los egipcios y regaban sus campos, y era la fuente de peces con los que se alimentaban regularmente. No podían hacer menos que adorarlo. Una de las cosas que se podía ver desde la embarcación de Manetón era como algunas gentes del campo comenzaban a retirar hacia tierras más altas los aperos de labranza y los bueyes, la anual inundación ya no tardaría en producirse y de ese modo ponían a buen resguardo todo lo que les fuera útil más adelante. Una vez que comenzasen las inundaciones, que durarían casi tres meses, las labores del campo quedaban paralizadas, detenidas, pero nadie en Egipto se sentía contrariado en lo más mínimo. En otros tiempos pasados, estos tres meses de inactividad agrícola eran ocupados para poner a la población a construir las pirámides, ahora ya no se construían esas montañas de piedra pero la gente hacia labores de reparación. Nadie se sentía molesto porque el agua inundase los campos, y no se sentían molestos por la sencilla razón de que el agua, al retirarse, dejaba depositado en el suelo y en ambas orillas una riquísima capa de limo que fertilizaba el suelo y permitía la posterior recogida de abundantes y variadas cosechas durante todo el resto del año. Con razón Egipto era el granero del mundo. No obstante, esta anual inundación producía un pequeño inconveniente: cada año se borraban los lindes de propiedad a todo lo largo del río, y luego tenían que venir los agrimensores para establecer los anteriores lindes de propiedad.

En ambas orillas, a todo lo largo del río hasta Sudán y más allá, florecía la vida vegetal, pero tras esas franjas siempre verdes, tras esas orillas exuberantes, inmediatamente detrás comenzaba un ardiente y estéril mar de arena. Un mar de arena que tan solo era apto para las caravanas, para los fugitivos y para los chacales.

El resto del día fue muy bueno y agradable, por lo que el viaje de regreso no se hizo demasiado gravoso ni siquiera para los viejos huesos de Manetón. Llegaron al embarcadero de Heliópolis cuando el sol ya declinaba, y allí ya aguardaban algunos sirvientes del sumo sacerdote que estaban al tanto de la llegada de su amo desde algunos días antes. Después de los normales saludos, Manetón le preguntó directamente a su mayordomo Rabcés:


- ¿Tienes buenas nuevas para mí, oh Rabcés? ¿Se ha restablecido ya el hijo de mi panadero?
- Los dioses a quien tú sirves han velado por esta casa todo el tiempo de tu ausencia, por ese lado no hay nada digno de mencionar amo mío. En cuanto al muchacho del que hablas…, bueno, su herida ya se secó, pero tendrá que caminar el resto de su vida con la ayuda de un bastón. ¡Aquel cocodrilo le cercenó casi toda su pierna derecha! ¡Fue horrible! – contestó el mayordomo visiblemente afectado.
- Son los designios de los cielos.- respondió Manetón mientras alzaba las manos y la vista hacia arriba al tiempo que se subía a la litera que le esperaba.


Una vez en la hacienda del sumo sacerdote, y una vez que éste ya se había refrescado y descansaba en su diván presto a tomar alguna fruta, el mayordomo Rabcés le preguntó:
- Amo, ¿cómo te has encontrado Alejandría? ¿Y cómo van las cosas por palacio?
- No conocerías la ciudad ahora, mi buen Rabcés. Son muchas las novedades y no de poca importancia precisamente. Me preguntabas por palacio. ¿Sabes…? Nuestro rey Ptolomeo ha ordenado construir una torre que casi toca los cielos en una pequeña isla, a la salida del puerto. Ahora comienzan las obras, pero presiento que yo ya no la veré terminada, tú sí que la verás acabada.
- ¿Una torre alta a la salida del puerto…? ¿Con qué propósito?- preguntó Rabcés lleno de intriga.
- Bueno, la idea de nuestro faraón es que en lo alto de la torre brille un fuego tanto de noche como de día, quiero decir en días de niebla, y con ese fuego alertará a todos los barcos de la proximidad de la costa. El faraón confía en que con esa torre brillante ya no se produzcan más naufragios.
- Pediré a los dioses que bendigan el proyecto de nuestro Señor, el faraón.
- ¡Ah, Ptolomeo, Ptolomeo! – dijo Manetón con cierto aire molesto.
- ¿Qué otra cosa te preocupa, Manetón?
- No, no me inquieta que nuestro Señor Ptolomeo me pida cosas, solo es que algunas de sus peticiones requieren tocar temas…, digamos que muy sensibles.
- ¿A qué te estás refiriendo?
- ¿Qué sabes tú de la historia de nuestro gran país?- Preguntó Manetón.

La pregunta dejó perplejo a Rabcés. ¿A qué se podía estar refiriendo el viejo sacerdote? Se preguntaba a sí mismo el mayordomo. Y por unos instantes pareció que la conversación quedaba en suspenso.

- No acierto a imaginar el significado de tu pregunta, oh Manetón.
- Verás. Esos judíos de Alejandría acaban de escribir en griego una historia de Israel.- “¿Una historia de Israel?” interrumpió Rabcés- Sí, y lo han hecho por expresa petición del faraón. Y lo que es más grave: han dejado una copia en la Biblioteca para que todo el mundo pueda leerla.
- Pones mi mente y mi corazón en ascuas, oh Señor. ¿Qué puede haber tan perjudicial para nosotros en esa historia que han escrito los judíos?
- Tú sirves a Osiris, yo soy el Sumo Sacerdote de Amón, y por todas partes en nuestra tierra el pueblo adora a muchas otras divinidades. Así ha sido siempre y así continuará siendo. Pero hubo una época en que nuestros dioses fueron humillados como nunca antes nadie lo había hecho, ¡y son ellos…, son esos judíos los culpables del sacrilegio!
- ¿Cómo? ¿De qué manera lo hicieron?- preguntó ansioso Rabcés.
- ¡Mira! En Alejandría me entregaron una copia de la historia que han escrito ellos. Yo he leído las dos primeras partes. Léelas y comprenderás lo que quiero decir.- Y Manetón le entregó los pergaminos- Pero traigo otro encargo de parte de Ptolomeo: ¡Escribiremos una historia de Egipto! ¡Esa será nuestra oportunidad de contrarrestar lo que han escrito los judíos!
De nuevo hubo unos instantes de silencio entre los dos hombres. Rabcés ojeaba los pergaminos y, casualmente, encontró aquella parte que dice: “Pues yo pasaré aquella noche por la tierra de Egipto, y heriré a todo primogénito en la tierra de Egipto, así en los hombres como en las bestias; y haré juicios en todos los dioses de Egipto. Yo soy el SEÑOR”. Rabcés sacudió su cabeza.
- No…, no puede ser lo que estoy leyendo.- decía todo lleno de asombro el mayordomo de Manetón- ¿Cómo se atrevieron a decir eso?
- Yo no diré que fue el Dios de los hebreos quien dijo eso, pero a continuación tuvieron lugar en Egipto sucesos muy extraños que humillaron a Amón-Rá, al dios Nilo, al propio rey de Egipto…, ¡y esos judíos siempre estaban detrás de los acontecimientos!
- ¿Acaso es que tenían buenos magos?- preguntaba Rabcés casi con aire infantil.
- Pues no lo sé, no lo sé, pero el caso es que algo extraño sucedió y ellos atribuyeron todo a su Dios. Luego dijeron que el mar Rojo se les había abierto y que por allí escaparon hasta las montañas y más allá.
- ¡Eso es imposible!- exclamó Rabcés- ¡Jamás nadie ha visto como el mar se abría en dos partes! ¡Sin duda que ellos mienten!
- Eso tampoco lo sé, Rabcés. El caso es que nuestro faraón y sus tropas salieron detrás de ellos pero jamás regresaron a Egipto vivos. Más tarde fueron encontrando flotando en las aguas muchos cuerpos de egipcios, pero ni un solo cadáver israelita. Algo sucedió.
Y así fue como llegó a su final aquel día. Temprano a la mañana siguiente, y después de las ofrendas a los dioses, Manetón decidió ponerse en marcha para cumplir con el encargo del faraón. Escribió dos cartas, una para el sacerdote de Tebas y la otra para el sacerdote de Fayum. En ellas requería su presencia en Heliópolis, pero además tenían que ser portadores de cuantos documentos sobre las dinastías antiguas tenían depositados en sus respectivos templos, especialmente de la XII hasta la XX.
Ahora comenzaba a gestarse uno de los más extraordinarios enigmas que haya conocido la humanidad: la humillación sufrida por los egipcios a manos de los hebreos. Pero la historia que Manetón iba a escribir tenía la oportunidad de contrarrestar lo que los judíos ya habían escrito. Manetón pensó que ante los ojos de los demás siempre sería la palabra egipcia contra la palabra hebrea. Si ya era difícil de creer lo que los judíos contaban, a Manetón le iba a resultar sencillo contar la historia a su modo. Nadie que hubiera vivido aquellos acontecimientos antiguos estaba vivo para rectificar nada, y a nadie de los presentes le iba a importar si esto era cierto o no, y de todos modos ¿qué egipcio se hubiera atrevido a contradecir lo que el Sumo Sacerdote escribiera? Ésta era una historia, un enigma, destinada a traspasar los umbrales del tiempo y a perdurar.

¿Puede alguien imaginárselo? Manetón y sus colaboradores tendrían que remontarse varios siglos antes de ellos hurgando en cualquier escrito que contara algo, tendrían que examinar una información que no había sido pensada para que formara parte de una obra general escrita, sino que los antiguos escribían el día a día y poco más que eso. De algunos reyes se habían escrito cosas, de otros reyes apenas nada, pero es que de muchos faraones no se había dejado absolutamente ninguna información. Era inevitable que Manetón se encontrase con lagunas en la información histórica. Pero por otro lado, y esto era lo más importante, ¿resistirían Manetón, Rabcés, Eje y Thotmes la fuerte presión personal para no ser parciales, dado que todos ellos eran egipcios y antes que egipcios eran sacerdotes? ¿Qué estaban dispuestos a hacer para contrarrestar la historia de los judíos que podía enturbiar el pasado glorioso de Egipto? El nuevo día traería sus propias inquietudes.

Última edición por Luis Marcos Núñez fecha: 12-05-2009 a las 11:18:02.
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Estas 2 personas dan gracias muy sinceramente a Luis Marcos Núñez por esta buena aportación o artículo:
  #2  
Antiguo 05-06-2009, 19:58:16
Avatar de Ciro
Ciro Ciro is offline Masculino
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-Veces que he dado las gracias: 4.236
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Predeterminado Re: Novela - "Los Príncipes Pastores" (2ª parte)

Muy interesante
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"Veo cosas maravillosas"
H.Carter
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  #3  
Antiguo 09-06-2009, 02:58:23
Avatar de netcheru
netcheru netcheru is offline Femenino
Zarpando rumbo este hacia oriente...
-Veces que he dado las gracias: 7.836
-Me han dado las gracias 14.536 veces en 7.702 mensajes
 
Ubicación: en medinet habu con una cuchara en la mano
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Predeterminado Re: Novela - "Los Príncipes Pastores" (2ª parte)

Gracas Luis, muy interesante.
__________________
el sol no se ha puesto aún por última vez...
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