Según tenemos constancia, el culto al gato aparece en el Antiguo Egipto alrededor del 2.900 a.C. como una deidad local en el Delta del Nilo.
Así, la diosa gata Bastet defendió al dios sol Ra contra los ataques de la serpiente Apofis, una de las deidades mas representativas del mal.
Hija y esposa del propio Ra según algunas mitologías, Bastet era amén de protectora de la familia y patrona del hogar, una diosa de la felicidad, el placer, la alegría, la feminidad, la música, y la danza.
Aunque su importancia fue siempre notablemente destacada, durante la dinastía XXII se adoptó a Bastet como divinidad principal, motivo por el que es conocida como Dinastía Bubastita, al haber convertido en capital del país a Bubastis, (nombre cuyo significado es "Mansión de la diosa Bastet").
Fue en esa época cuando se trató de fusionar su culto con el de la diosa leona Sejmet, un hecho que ni el clero ni el pueblo permitió negándose a aceptar una unión de diosas tan opuestas, ya que mientras la primera simbolizaba el amor y la alegría, la segunda era una diosa de la guerra y la destrucción de enemigos.
Para el desarrollo del culto a Bastet los sacerdotes solían escoger un gato con unas características muy especiales el cual era adorado y venerado como si de la encarnación de la diosa se tratara.
Asimismo -y a nivel popular- en ciertas fechas solían celebrarse unas procesiones al anochecer durante las cuales una imagen de la deidad era transportada en barcas ricamente adornadas con guirnaldas de flores y alumbradas por antorchas, al tiempo que se cantaban todo tipo de alabanzas en su honor.
Los antiguos egipcios nunca dieron al gato un nombre especialmente significativo, sino que prefirieron llamarlo por su onomatopeya: Miw.
Como es lógico y natural el cementerio de gatos más grande de todo Egipto estaba precisamente en Bubastis, un lugar al que acudían gentes de todo el país para dar sepultura a sus queridos felinos.
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