La Inseguridad Tras la Revolución Egipcia Amenaza el Turismo en Península Del Sinaí

[Nhefertari]

La inseguridad tras la revolución egipcia amenaza el turismo en la península del Sinaí

ALERTA EN 'LA RIVIERA DEL MAR ROJO'


Este 'resort' en Dahab ha sido atacado con bombas en varias ocasiones

Una amplia colonia de turistas se amontona a medianoche a los pies del Monasterio de Santa Catalina. Decenas de visitantes asiáticos, estadounidenses, latinoamericanos y algún que otro europeo se disponen a enfilar la penosa travesía que conduce de los santos lugares donde se cree que Moisés vio la zarza ardiente hasta el monte en el que recibió los Diez Mandamientos. La luz de las linternas y los gritos de los comerciantes locales ansiosos por alquilar sus camellos recorren los seis kilómetros de lo que debería ser un camino de paz y sosiego. Sólo en la parte más alta se percibe esa parálisis temporal cuando la luna permite ver la silueta de los camélidos montados, eso sí, por torpes jinetes llegados en avión de tierras lejanas. La Semana Santa inundó este lugar de peregrinación de fieles y simples curiosos dispuestos a ver el bello amanecer desde el punto más alto de la Península del Sinaí. Meses antes, cuando la afluencia de turistas era menor, se produjeron en este mismo punto varios secuestros de turistas coreanos, estadounidenses y brasileños. En todos los casos, grupos de beduinos armados con fusiles de asalto interceptaron los autobuses que los transportaban desde los hoteles en los que se hospedaban. Todos ellos fueron liberados a las pocas horas, sin sufrir ningún daño. A pocos kilómetros, otra tribu beduina tomó por las armas un resort turístico de lujo cerca de la ciudad egipcia de Taba –fronteriza con Israel- en enero de este año, cuando el complejo estaba vacío. Desde la caída del régimen de Mubarak, los oriundos de esta tierra han aumentado las presiones para recibir una mayor parte de los beneficios procedentes del turismo. Los secuestros es la táctica más habitual, pero también se han producido robos, como el que le costó la vida a un turista francés al recibir un disparo fortuito en un tiroteo, tras el asalto a una casa de cambio en la localidad de Sharm el Sheij. En el pueblo vecino de Dahab todo el mundo se venda los ojos. Apenas dos calles componen esta pequeña villa que un día fue residencia para pescadores y hoy dormitorio para buceadores de todo el mundo. En el despejado paseo marítimo varios hoteles no llegan si quiera a encender sus neones al caer la tarde. Más allá de la hilera de restaurantes que se disputan los escasos clientes, el pueblo presenta un aspecto lúgubre. “Todos los hoteles están llenos, no hay ningún problema en Dahab ni en el resto de alojamientos turísticos”, asegura el camarero de un hotel en un restaurante del que sólo hay ocupadas dos mesas. Es la misma opinión del jefe de la policía del Sur del Sinaí, el mayor Mahmoud El-Hefnawy, quien aseguraba hace semanas que la seguridad era “excelente”. Según el Ministerio de Turismo egipcio, la situación se está recuperando y estima que la ocupación esta semana en los hoteles del Mar Rojo alcanza el 85%. Las cifras son, sin embargo, cuanto menos confusas. La agencia estatal MENA –encargada normalmente de publicar anuncios oficiales- informaba hace diez días de que la llegada de turistas se había reducido en este primer trimestre un 30% en comparación con el mismo periodo del año pasado. Pero esta misma semana, el Ministerio ofrecía unos datos completamente opuestos, en los que aseguraba que esta tasa se había incrementado un 32% con respecto al año anterior. Lo que reflejan unos datos y otros es que quien sostiene el sector son los países del Golfo, ya que se ha doblado la llegada de ciudadanos emiratíes, que además pasan más noches en el país. Cualquier dato que se maneje esta alejado de las cifras anteriores a la revolución, lo que supone una estacada para un país en el que se calcula que una quinta parte de la población vive de forma indirecta del turismo. Los últimos datos del FMI estiman un alza del PIB para Egipto en 2012 del 1,5%, muy alejada del 5% al que venía creciendo en años anteriores, con una inflación cercana al 10%. El polvorín del Mar Rojo En los años noventa el Gobierno de Mubarak ordenó plagar de complejos turísticos la costa del Sinaí. La intención era convertir las aguas templadas en las que los peces más llamativos nadan en medio de una de las floras marinas más ricas del planeta en la “Riviera del Mar Rojo”. Las tierras que solían ocupar los nómadas beduinos fueron vendidas a grandes inversores que instalaron sus lujosos hoteles y se reservaron parcelas de playas privadas para sus clientes. Los nativos se levantaron en pie de guerra y tras años de reivindicaciones, entre 2004 y 2006 protagonizaron una serie de ataques terroristas que acabaron con la vida de cerca de 150 personas. El silencioso desierto del Sinaí rara vez ha disfrutado de su natural quietud. Cercenado al oeste por el Canal de Suez y al el este por la divisoria israelí, fue ocupado por el Estado hebreo en 1967 tras la Guerra de los Seis Días. Egipto no recuperó su total titularidad hasta los acuerdos de Camp David de 1979. Las zonas fronterizas permanecieron bajo control marcial y la presencia militar se multiplicó en las carreteras. Los balnearios de Sharm el Sheij se convirtieron entonces en lugar de vacaciones para los grandes jeques saudíes y cobraron todavía mayor esplendor al acoger las constantes reuniones entre líderes palestinos e israelíes, promocionadas por Egipto. En febrero del año pasado sirvió incluso de refugio para el propio Mubarak después de que la revolución acabara con el tirano y antes de que el pueblo lo reclamara para cobrarse su venganza en los tribunales. Sin la mano férrea del dictador, la vigilancia militar se relajó y algunas comisarías de los pueblos del norte de la península se vaciaron. Realmente es en la parte más septentrional donde la situación es más tensa. Hace una semana un grupo de milicianos islamistas asesinó a tiros a dos policías en un puesto de control. Son varios los muertos en los últimos meses. Otra tribu de beduinos mantuvo cercado durante días un cuartel de las fuerzas de paz internacionales que se encargan de velar por la seguridad en la zona. Los gasoductos que suministran energía a Israel han sido atacados al menos 15 veces desde enero del año pasado y el fantasma del terrorismo acecha en la región. Según Tel Aviv, el norte del Sinaí se ha convertido en un santuario para el tráfico de drogas y un infierno para miles de africanos que intentan saltar la alambrada de 240 kilómetros que el Gobierno israelí construye desde el Mar Rojo hasta Gaza. Asociaciones israelíes han denunciado que grupos beduinos torturan y chantajean a los inmigrantes para permitirlos cruzar la frontera e incluso han especulado con la posibilidad de que puedan mercadear con sus órganos. La frontera es un punto incandescente. El verano del año pasado, las fuerzas hebreas respondieron al ataque terrorista que acabó con la vida de ocho israelíes, con un bombardeo en la frontera que se saldó con cinco policías egipcios muertos. Miles de manifestantes egipcios, no tan partidarios de los acuerdos de paz con el vecino israelí como su Gobierno, asaltaron la Embajada de Tel Aviv en El Cairo, por lo que las relaciones entre ambos países viven desde entonces un momento frío. En las últimas horas, el Gobierno de Benjamin Netanyahu ha instado a sus ciudadanos a abandonar el Sinaí por miedo a que se produzcan ataques terroristas en los próximos días. Tierra abandonada Pese a los mensajes de calma que se transmiten desde el sur de la Península, sus habitantes miran esta situación con preocupación. “No recomiendo ir al Cañón Coloreado, nadie quiere ir allí desde hace meses porque es un lugar solitario y peligroso, donde no hay cobertura de móvil y se pueden producir ataques”, confiesa uno de los agentes que se encargan de organizar excursiones al desierto. Sólo al rechazar el resto de ofertas, el vendedor accede a mover uno de sus todoterreno. “¿Cuánto estáis dispuesto a pagar?”, tantea a los extranjeros que se disponen a salir de su establecimiento. El famoso desfiladero transmite realmente esa soledad producida por el abandono de los turistas. Sólo una pastora de cabras cubierta con un velo negro de la cabeza a los pies y los dos dueños de un restaurante paralizado pueblan la zona. No hay rastro de peligro ni de beduinos, sólo de aislamiento. Uno de ellos llega desde el pueblo más cercano para guiar a los forasteros por las paredes de las montañas desérticas. A la salida, sus padres vuelven para recogerlo. Tiene 15 años y el día siguiente es día de escuela. La inseguridad tras la revoluci - elConfidencial.com

Comentario: No me parecía que la cosa en esta parte estuviera tan mal. Evidentemente conocemos las noticias a las que se hace referencia, por lo menos la mayoria, lo que ocurre a mi modo de ver es que al verlas una a una por así decir, no tomamos conciencia de lo mal que está el asunto. Y si luego salen unas turistas encantadas con que les hayan secuestrado, tendemos a quedarnos en la mera anécdota (de que son bastante tontas) en lugar de en el hecho preocupante del secuestro en si.

Aunque sabia desde hace tiempo que la Península del Sinaí era terreno con cierto peligro, algunas de las cosas que se cuentan en el artículo me ponen los pelos de punta. Independientemente que los beduinos tengan mas o menos razón en sus reivindicaciones, la manera de hacerlo no es esta, aunque quizá no conozcan otra lo que no es óbice para perpetrar tropelías variadas.

Y en cuanto a la tensión con Israel es también cosa sabida y antigua, y parece que va a peor.

Sobre las cifras del turismo todos sabemos como va la cosa, que digan que está al 85% es mas falso que el beso de Judas como evidencia el autor, y como hemos comprobado los que viajamos allí después de la revolución. Y si la zona del Mar Rojo y Sharm que parecía que se iba salvando, se pone en estas condiciones, pues era ya lo que faltaba.

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