Una Copa Para Reconstruir la Dinastía XXV Del Faraón Nisemro en Luxor

[Nhefertari]

Una copa para reconstruir la dinastía XXV del faraón Nisemro en Luxor

El objeto, hallado por egiptólogos canarios, aportará nueva información sobre la historia de la dinastía kushita (747-664 a.C)
JOSÉ MIGUEL PARRA

La tumba TT 209 fue descubierta en el año 1902 por Robert Mond y luego sólo volvió a estudiarla someramente en 1970 Dietheln Eigner, pues se encontraba llena de escombros. Cuando en el año 2007 el Servicio de Antigüedades decidió demoler las casas ilegales que cubrían toda la necrópolis tebana, los escombros no se retiraron y cambiaron notablemente el paisaje de la zona.

El resultado fue que las referencias topográficas que permitían localizar la tumba desaparecieron y con ello su localización. A pesar de ello, el equipo de la Universidad de la Laguna dirigido por el profesor Miguel Ángel Molinero supo solventar el problema y pudo localizar el hipogeo en el año 2012. ¿Su objetivo? Excavarlo científicamente.

Según han ido vaciando las diferentes cámaras al modo de los arqueólogos, es decir, despacio, sin prisas y tomando buena nota de todo, han ido encontrado restos del paso de otros egiptólogos por la tumba, así como de los inefables ladrones de tumbas. Toparse con rastros de los primeros les permite conocer la historia de la tumba, pero los rastros de los segundos les suponen un pequeño gesto de dolor, porque supone ver el hueco recortado donde antes había un relieve.

No es sólo que les duela que se pierda la belleza de la decoración de la tumba, sino pensar que justo en ese fragmento de pared podría encontrarse un nombre, o una fecha. Vaya cosa nimia, ¿verdad? Pues no, en absoluto, porque ese mínimo dato podría aportar información importante para reconstruir la historia de la XXV dinastía. Sí, porque tras los hallazgos de esta campaña ya está confirmada que esa es la cronología de la tumba (c. 747-664 a. C). Un dato más que se suma al nombre (Nisemro), el título y la imagen de su dueño, recuperados la campaña anterior.

El objeto en cuestión es una copa de terracota en forma de cáliz cuya tipología permite datarla con precisión en la XXV dinastía, una época en la que Egipto estaba gobernado por un linaje de reyes llegados de Nubia a poner orden en el desbarajuste que era el valle del Nilo por entonces. Como ellos mismos explican: "Es especialmente importante, pues es el primer objeto completo encontrado en la tumba que puede atribuirse a esa dinastía" y "aunque no apareció en estratos de utilización de la tumba, sino en el depósito de una riada, para nosotros es tan valiosa como si fuera el Grial".

No es el único descubrimiento relevante realizado en la tumba. El primero fue que el patio exterior que precede al hipogeo alcanza una superficie superior a los 400 m2, y que en él se construyeron en su momento varias estructuras que todavía se están estudiando para identificarlas. Y lo mismo sucede con el interior del hipogeo, que en principio tiene más de 125 m2 de superficie interior cubiertos en parte todavía por los barros traídos por sucesivas riadas.

Precisamente, esos barros forman parte de uno de los estudios más interesantes que están llevando a cabo los investigadores canarios: el estudio de su estratigrafía, que permitirá conseguir una cronología de los diferentes momentos en los que se produjeron las lluvias. Algo en apariencia irrelevante para nosotros, para quienes la lluvia no es algo extraño, pero en un clima semidesértico como el egipcio supondrá toda una fuente de información. Y es que en egiptología no todo son relieves y estatuas.

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