Según la Biblia, Israel permaneció residiendo en Egipto, en Gosén, en el Delta oriental, por espacio de dos siglos, ¿y no se ha encontrado hasta el momento ninguna evidencia de ello, ningún resto, nada? Bueno, lo cierto es que las tierras de esa región del Delta “sufren “ pocas excavaciones arqueológicas, los permisos concedidos son escasos, y cuando estos se conceden son con la obligación de dejar los campos de cultivo tal como estaban antes, listos para seguir sembrando cosas. ¿Por qué? ¿Qué pueden temer las autoridades egipcias actuales?
El egiptólogo austríaco Manfred Bietak estuvo dirigiendo excavaciones en el Delta oriental, en las ruinas de lo que se cree que es Avaris, la capital de los hicsos según el sacerdote Manetón. Al parecer, los mismos egipcios son reacios a permitir excavaciones en zonas en donde pudieran haber estado los antiguos hebreos, y son reacios a ello por la simple razón de que temen que los hebreos hagan reivindicaciones históricas, lo cual ya ha sucedido en una ocasión. Por eso, cuando han permitido alguna excavación, después de algunas semanas obligan a que se vuelvan a cubrir los restos encontrados y a restablecer los anteriores campos de cultivo, y dejar el terreno como si allí no se hubiera hecho nada. Sorprendente actitud. Entre otros restos, el egiptólogo vienés encontró nueve sellos con caracteres
jeroglíficos, lo notable de estos sellos egipcios es que se puede leer con toda claridad un nombre hebreo: Jacob (foto). Jacob fue el padre del primer ministro llamado José, el de la Biblia. Naturalmente que Jacob es un nombre habitual en el pueblo de Israel, lo que ya no es tan habitual es que ese nombre figure en un sello faraónico. ¿Por qué está ese nombre ahí? ¿Quién decidió ponerlo? Según Manfred Bietak, estos sellos pueden ser datados hacia el 1730 antes de Cristo, lo cual coincide perfectamente con la cronología de la Biblia, que es cuando José primero y luego Jacob entran en Egipto. Jacob era el padre del Visir José nombrado por el propio faraón Akenatón (?), y como tal sería tenido en gran consideración por todos los egipcios. Desde ese punto de vista, y dado que Jacob se quedó a vivir permanentemente en Gosén, era normal que quienes se encargaran de los asuntos del patriarca utilizaran algún distintivo oficial en los tratos cotidianos, un sello con el nombre era el mejor de los distintivos. Porque por otro lado, no se conoce ningún otro Jacob en Egipto (que yo sepa) que fuera merecedor de una distinción tan singular, y los egipcios no se ponían esa clase de nombres.
El mismo Manfred Bietak relaciona las pinturas de Beni Hassan (foto) con la llegada a Egipto de Jacob y su familia, pero los egiptólogos ortodoxos alegan que las pinturas de Beni Hassan son más antiguas que el año 1730 a.C.. Lo cierto es que las pinturas a las que me refiero retratan la llegada a Egipto de un grupo de 37 semitas, claramente identificables por sus ropas y por la barba de los hombres. Fueran quienes fueran las personas aquí representadas, parece que causaron un impacto entre los egipcios merecedor de ser inmortalizado en un retrato de la época, cuando todavía no existían diferencias raciales y sí una simpatía hacia esos extranjeros orientales. Según el registro histórico de los hebreos, israelitas solo se podían considerar a los descendientes del patriarca Jacob, puesto que el nombre de Israel solo es el segundo nombre de Jacob. Otros semitas pertenecientes a otras familias distintas no eran israelitas, repito, no eran israelitas, y la Biblia dice que los semitas que entraron en Egipto eran los hijos de Jacob y no otros. Según la Biblia, la llegada del anciano Jacob y sus hijos a Egipto causó gran impacto, más que nada por ser estos familia del primer ministro José. ¿Puede alguien puede pensar que los antiguos egipcios acostumbraban a retratar a cualquier extranjero que llegara a Egipto así, sin más? Porque de extranjeros llegaron muchos en el transcurso del tiempo y de todas partes. Y yo me pregunto ante las propias reticencias egipcias y ante el enroque de la egiptología ortodoxa, si no habrán aparecido más indicaciones de la antigua presencia israelita y esas “evidencias” se han dejado dormir en los sótanos o bajo tierra esperando que se olviden.
Me sigue dando vueltas a la cabeza el hecho de que dos fuentes distintas, un miembro de la fundación privada Closs de Egiptología y un preparado guía egipcio, me dijeran sin que uno supiera lo que había dicho el otro que en la tumba de Ramsés IV hay un jeroglífico que dice: “El faraón Menefta peleó contra el Libertador de los hebreos”. Ya me han comentado que los
jeroglíficos de esa tumba tienen que ver con los textos egipcios de las Puertas, una especie de formulas para llegar al otro mundo. Pero ¿por qué me dirían lo mismo dos personas que no se conocían entre sí? ¿Y qué razón tendrían para decirme algo que pudiera, repito, que pudiera no ser cierto, o tal vez sí? Todo esto me hace pensar en que puede que se haya descubierto más de lo que se dice en lo referente a la estancia de Israel en Egipto, y que por variados intereses no se hace público. Mi lamento es no saber leer los
jeroglíficos yo mismo. En fin, ¿qué le vamos a hacer?