En realidad no sé a que se refieren los autores, ya que siempre dicen lo mismo y nunca terminan de decir por qué, pero yo creo, que por ahí debemos empezar a
buscar la punta del hilo de la madeja del enriedo del período amárnico. Muchos ven la revolución de Amenofis IV como algo propio de éste rey, sin pensar que todo el proceso se gestó incluso antes del nacimiento de Amenofis IV.
El problema no fué tanto religioso sino político y económico. La nueva y flamante XVIII Dinastía, se fundamentó en sus logros militares, pero éstos basados en la generosidad del Dios Amón de Tebas que era el que le daba al rey la fuerza, la astucia y hasta el soplo de vida.
No olvidemos que en éste período es cuando más se fundamenta el proceso de la Teogamia y donde se explica que el Rey nacería de la fecundación del Dios a la Reina, teniendo al Rey como su intermediario. Por lo tanto el nuevo Rey sería un hijo de Amón y la Reina, teniendo el Rey muy poco papel en el asunto (en lo teórico por cierto). De ahí que la casta sacerdotal tomara un papel preminente y la supremacía de Amón como Dios del Imperio les daba aún más en que apoyarse.
El punto crucial estuvo cuando Thutmosis IV justificó su ascenso al trono no al Dios Amón de Tebas, sino al Horus del Horizonte (Hor-em Akhet o Harmakhis), quien representado en la esfinge, le promete en su sueño que le gratificaría con el Trono de Egipto si lo liberase de la arena que lo oprime. Ante lo cual, el Príncipe Thutmosis (según el cuentito) muy emocionado ordena desenarenar la esfinge y al poco tiempo, tras la muerte de Amenofis II, es declarado sucesor ante una procesión que se desvió (según Noblecourt) de su verdadero heredero.
O sea, coronaron a Thutmosis en lugar de a otro (que no dicen quién sería). Lo cierto que todo es un cuentito y se ve una pugna entre el clero de Heliópolis (Ra) y el de Tebas.
No dudó Thutmosis en endilgarle al Horus del Horizonte el motivo de su coronación, como quien dice, para herir en el ego de los sacerdotes tebanos y así mostrarles que la familia real contaba aún con aliados de fuerza como lo era el clero heliopolitano. No olvidemos también el sincretismo de Amón-Ra. Ra, dios del Imperio por excelencia (más no dinástico) y Horus, protector del faraón por tradición, teniendo entre otros atenuantes que en el protocolo Real tenemos los nombres de Hijo de Ra y el nombre de Horus de Oro, no obstante, nada hay que mencione a Amón.
Evidentemente, cada vez que hubiera un descalabro en el asunto de la sucesión real, que el Príncipe no fuera hijo de Reina (o que no estuviese casado con una hija del Rey), su ascensión al trono estaría muy en cuestionamientos, ya que los sacerdotes tratarían de elegir al mejor candidato para sus intereses.
Y aparentemente si bien los Reyes de la XVIII Dinastía fueron muy generosos con las prebendas a Amón (a excepción del Hereje), al parecer no estuvieron muy agraciados con la política del clero Amoniano.
La solución al problema la tuvieron los reyes con dos acciones a tomar: una, o bien casaban al Príncipe con una Reina, o bien llamaban al Príncipe a compartir el trono en una corregencia. Sobrados ejemplos tenemos en esta XVIII Dinastía de estos hechos.
¿Hubieran subido al trono Amenofis IV e incluso Ramsés II si sus padres no les hubieran compartido el trono en corregencia?, ¿hubiera subido al trono Tutankhatón si no se hubiera casado con una hija desposada por Amenofis IV?
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