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Año 29 a. d/C.
Octavio regresa a Roma.
Las bodegas de su escuadra naviera rebosan riquezas.
Trofeos, ídolos, esfinges, expolios, grandes caudales monetarios de la aristocracia alejandrina.
Y el gran tesoro ptolemaico arrebatado a Cleopatra VII.
Según sus biógrafos, con la fuerza de Roma, Octavio ha conquistado Egipto.
Y con la riqueza de Egipto, conquistará Roma hasta tal punto de satisfacción que:
_____" No hay nada que el pueblo de Roma desee de sus dioses...
ni nada que los dioses puedan ofrecer a su pueblo,
que Octavio no haya otorgado desde su regreso de Egipto "______.
La única frustración de Octavio es no conservar con vida a su última enemiga.
No exhibirla cautiva en las celebraciones triunfales en el gran Foro Capitalino.
La estratagema de seducción que desplegó personalmente hacia Cleopatra no ha funcionado.
Debió presagiar que nadie mejor que ella, para discernir la veracidad de sus palabras.
Promesas revestidas de falsas garantías, para conseguir seducir su confianza.
Nadie mejor que la última reina de Egipto, para advertir el astuto engaño de Octavio.
El mismo engaño y embeleco que tan hábilmente ha tejido ella en otras similares ocasiones.
Y no puede ser la causante de su caída.
La vida de Cleopatra.
Ese magnífico trofeo le ha sido arrebatado de sus manos, en un último acto de divinidad de la reina.
Cleopatra gana su última batalla a Octavio, con aparente desesperada y grata condescendencia, confianza fingida.
Con ese mismo tipo de "armas" que Octavio desplegará en su posterior diplomático reinado.
Octavio transige autorizar la sepultura de Cleopatra.
En el lugar y forma, dispuesta y acorde con la realeza y la voluntad de la reina: junto a su amado Marco Antonio.
Año 29 a. d/C.
Octavio regresa a Roma.
Las bodegas de su escuadra naviera rebosan riquezas.
Y entre ellas: una estatua de Cleopatra, con un brazalete metálico con forma de áspid.
Octavio en el
Templo de Kalabsa / Wikimedia.
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