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Predeterminado El Arte Funerario en el Antiguo Egipto III

Lo cierto es que el arte egipcio no está basado sobre lo que el artista podría ver en un momento dado sino sobre lo que él sabía que pertenecía a una persona o una escena. De esas formas aprendidas y conocidas fue de las que sacó sus representaciones, de modo muy semejante a como el artista tomo las suyas de las formas que podía dominar. No sólo fue el conocimiento de formas y figuras el que permitió al artista dar cuerpo a sus representaciones sino también el conocimiento de su significado. Nosotros, a veces, llamamos "grande" a un hombre importante. Los egipcios dibujaban al señor en tamaño mucho mayor que a sus criados e incluso que a su propia mujer.

Una vez comprendida estas reglas y convencionalismos, comprendemos también el lenguaje de las pinturas en las que se halla historiada la vida de los egipcios.

(...) El artista egipcio empezaba su obra dibujando una retícula de líneas rectas sobre la pared y distribuía con sumo cuidado sus figuras a lo largo de esas líneas. Sin embargo, este sentido geométrico del orden no le privó de observar los detalles de la Naturaleza con sorprendente exactitud. Cada pájaro, pez o mariposa está dibujado con tanta fidelidad que los zoólogos pueden incluso reconocer su especie. (sic)

Uno de los rasgos más estimables del arte egipcio es el de que todas las estatuas, pinturas y formas arquitectónicas se hallan en su lugar correspondiente como si obedecieran a una ley. A esta ley, a la cual parecen obedecer todas las creaciones de un pueblo, la llamamos un "estilo". Resulta muy difícil explicar con palabras qué es lo que crea un estilo, pero es mucho más fácil verlo. Las normas que rigen todo el arte egipcio confieren a cada obra individual un efecto de equilibrio y armonía.

El estilo egipcio fue un conjunto de leyes estrictas que cada artista tuvo que aprender en su más temprana juventud. Las estatuas sedentes tenían que tener las manos apoyadas sobre sus rodillas; los hombres tenían que ser pintados más morenos que las mujeres; la representación de cada divinidad tenía que ser estrictamente respetada, Horus, el dios-sol, tenía que aparecer como un halcón, o con la cabeza de halcón; Anubis, el dios de la muerte como un chacal. Cada artista tuvo que aprender también el arte de escribir bellamente. Tuvo que grabar las imágenes y los símbolos de los jeroglíficos clara y cuidadosamente sobre piedra. Pero una vez en posesión de todas esas reglas, su aprendizaje había concluido. Nadie pedía una cosa distinta, nadie le requería que fuera original. Por el contrario, probablemente fue considerado mucho mejor artista el que supiera labrar sus estatuas con mayor semejanza a los admirados monumentos del pasado. Por ello, en el transcurso de tres mil años o más, el arte egipcio varió muy poco. Cuanto fue considerado bueno y bello en la época de las pirámides, se tuvo por excelente mil años después. Ciertamente, aparecieron nuevas modas y se solicitaron nuevos temas del artista, pero su manera de presentar al hombre y la Naturaleza siguieron siendo, esencialmente, los mismos.



Sólo hubo un hombre que rompió las ataduras del estilo egipcio. Fue un rey de la decimoctava dinastía, conocido entonces como Imperio Nuevo, que se fundó después de una catastrófica invasión de Egipto. Este rey, llamado Amenofis IV, fue un hereje. Rompió con muchas de las costumbres consagradas por una remota tradición. No quiso rendir homenaje a los dioses extrañamente conformados de su pueblo. Para él sólo había un dios supremo, Atón, al que adoraba y que hizo representar en forma de sol. Se llamó a sí mismo Akhenatón, según su dios, y separó de su corte del alcance de los sacerdotes de los otros dioses, para trasladarla a una población que se conoce actualmente con el nombre árabe de El-Amarnah.



Las pinturas encargadas por él debieron asombrar a los egipcios de esta época por su novedad. En ellas no se encuentra nada de la dignidad rígida de los primeros faraones. En vez de ello, se hizo retratar con su hija sobre sus rodillas, paseando por el jardín con su mujer, apoyado sobre su bastón. Algunos de sus retratos le muestran como un hombre feo, tal vez porque deseó que los artistas le representaran en toda su humana flaqueza. El sucesor de Akhenatón fue Tutankamón, cuya tumba con sus tesoros fue descubierta en 1923. Algunas de esas obras siguen obedeciendo al moderno estilo de la religión de Atón, en particular el dorso del trono del rey, que muestra a éste y a la reina en un idilio conyugal. Este se halla sentado en su silla, casi recostado, en una actitud que debió escandalizar a los puritanos egipcios. Su esposa no aparece más pequeña que él, y pone suavemente la mano sobre su hombro, mientras el dios-sol, representando como un globo dorado, extiende sus manos bendiciéndoles.



Es muy posible que esta reforma artística acaecida en la decimoctava dinastía fuera facilitada por el rey al importar, de otros países, obras mucho menos conservadoras y rígidas que los productos egipcios. En la isla de Creta habitaba un pueblo excelentemente dotado, cuyos artistas gustaban preferentemente de representar el movimiento. Cuando el palacio de su rey, en Cnossos, fue excavado hace unos cincuenta años, hubo quienes se resistían a creen que semejante libertad, y flexibilidad de estilo pudiera haberse desarrollado en el segundo milenio anterior a nuestra era. Obras del mismo estilo fueron halladas en la metrópolis griega; una daga de Micenas muestra un sentido del movimiento y de suavidad de líneas que debió impresionar a los artesanos egipcios, llevándoles a desviarse de las normas consagradas por su tradición.

Pero esta brecha abierta en el arte egipcio no debió persistir mucho. Ya durante el reinado de Tutankamón las antiguas creencias fueron restauradas, y la ventana al exterior fue cerrada nuevamente. El estilo egipcio, tal y como había existido desde hacia mil años antes de esa época, continuó existiendo, durante otro milenio o más, y sin duda los egipcios creyeron que continuaría así eternamente.

Desgraciadamente se equivocaron: No existe lo eterno en el arte.

Saludos.



Mas información:
(…) E.H. Gombrich - La Historia del Arte (Editorial Debate – Madrid – 1997)
http://www.jimena.com/egipto/apartad...nvenciones.htm
http://www.egiptodreams.com/BRelig.htm
http://iris.cnice.mec.es/kairos/ense...pto_03_02.html
y otros…
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