Estudio y leo la Biblia desde hace mucho tiempo, por eso me resulta un tanto sorprendente no haber encontrado en ella una sola referencia a las pirámides de Egipto, o tal vez sí, pero de eso hablare un poco más adelante.
Según la cronología bíblica, el patriarca Abrahán visitó Egipto allá por el año 1943 antes de Cristo. Parece que permaneció allí el tiempo suficiente como para entrevistarse con el faraón (?), para adquirir más ganado, y también algunos esclavos egipcios, esto sí que tiene gracia. Todo indica que las pirámides se construyeron durante las primeras dinastías, pero en todo el relato de Abrahán en Egipto no se las menciona ni una sola vez. Más tarde, en la época del bíblico José y el faraón Akenatón (?), y a pesar de que el flamante primer ministro hebreo recorrió toda la tierra de Egipto, tampoco se menciona a las pirámides. Aunque en este caso, tanto José como su anciano padre Jacob fueron momificados al estilo egipcio una vez que fallecieron. Y durante toda la estancia de Israel en Egipto (más de 200 años) incluyendo a Moisés, tampoco se menciona a las pirámides ni una sola vez. Esto me resulta sorprendente, sí, porque las pirámides egipcias asombran a todo el que las contempla por primera vez y aún después, y no son tan pequeñas como para que hayan pasado desapercibidas, además, ahora conocemos la existencia de unas 80 ¿no?, y puede que antes fueran bastantes más.
Pienso que esta omisión bíblica directa a las pirámides tenía mucho que ver con la idiosincrasia de los pueblos implicados: parece que los hebreos nunca se integraron plenamente con los egipcios. Las creencias religiosas también los separaban, como por ejemplo la creencia egipcia en el Ka (alma inmortal) en contraste con el fin absoluto en el que creían los hebreos, y por eso todo lo que tenía que ver con la muerte se veía de otro modo, las pirámides como tumbas también.
No obstante, existe un pasaje bíblico, el único, que hace una curiosa referencia a una clase de construcción. Es Job 3:13,14, “Pues para ahora me hubiera acostado para estar libre de disturbio; hubiera dormido entonces; estuviera descansando con reyes y consejeros de la tierra, los que edifican para sí lugares desolados,”. Estas palabras son atribuidas a Job, un personaje que vivió al norte de Arabia, entre los días del bíblico José y Moisés, entre 1657 a.C. y 1513 a.C. Mientras Moisés estuvo en el exilio en Madián, al norte de Arabia, él se enteró del caso de este hombre de paciencia proverbial y puso por escrito parte de su vida. Las palabras que hemos leído en el libro de Job fueron pronunciadas en un contexto de acostarse alguien en el sueño de la muerte. (Job 3:13) Según una corrección del texto masorético, la expresión “lugares desolados” pudiera traducirse “pirámides.” Siendo tumbas grandes, las pirámides ciertamente eran “lugares desolados” sin habitantes humanos. He aquí, pues, una posible primera mención de las pirámides en la Bíblia.